LA PRÁCTICA Y EL RETIRO
«La felicidad no llega de forma automática, no es una gracia que un destino venturoso pueda concedernos o un revés arrebatarnos; depende exclusivamente de nosotros. No se consigue ser feliz de la noche a la mañana, sino gracias al trabajo paciente, realizado día tras día. La felicidad se construye, lo que exige esfuerzo y tiempo. Para ser feliz hay que saber cambiarse a uno mismo.»
Matthieu Ricard (“En defensa de la felicidad”)
Los conocimientos que se van adquiriendo con el estudio y el análisis ayudan a erradicar creencias erróneas y disfuncionales, pero por sí solos no pueden contrarrestar pasiones y perturbaciones neuróticas profundamente arraigadas. La mera intelectualización de esos conocimientos no cambiará nuestra vida. Es necesario integrarlos mediante la práctica y la contemplación regular e intensiva, de manera que se estabilicen y produzcan una verdadera transformación que afecte nuestros actos y motivaciones en la vida diaria.
Asimilar el dharma y obtener sus logros requiere por tanto de una práctica regular y diaria —la denominada sadhana—, apoyada en la inspiración que aportan periodos de práctica intensiva, siempre de acuerdo con el nivel y capacidad del practicante.
En ese sentido, el retiro, sea en grupo o en solitario, juega un papel importante en la integración del dharma. Consiste básicamente en dedicar un tiempo a la práctica intensiva, para lo cual nos dotamos de condiciones favorables —libres de ocupaciones, en un lugar inspirador, silencio, simplicidad, etc.— y nos retiramos de todo aquello, tanto externo como interno, que nos agita o perturba, y que nos mantiene atrapados en hábitos y patrones disfuncionales o negativos.
No tenemos actividades a mostrar en este momento.